Entrar en Solana, además de sentirse cómodo con el servicio de Inma, Noelia, Roberto y Pepe en sala, supone encontrarse antes o después con Ignacio, un chef joven que no pierde la sonrisa en ningún momento, un profesional cercano con el cliente y con su equipo, que proyecta pasión por lo que hace, que respeta la herencia recibida, comprometido con la responsabilidad que asume cada día y con el producto de proximidad.
La cocina de Solana está marcada por el entorno, por el paisaje, por el escenario de media montaña donde está enclavado el restaurante. La huerta, los pequeños productores artesanos de la comarca, los pescadores, los ganaderos…, todos forman parte del universo de sabores que emergen de cada plato aquí. Ignacio va pasando páginas en su libro de ruta, cuyo destino no está escrito. Desde hace un año y medio se ha liberado de recursos artificiales y técnicas efectistas para centrarse más en el producto de temporada y en el sabor. Menos abalorios y más placer el boca.
Esto se advierte en el menú degustación de esta temporada, la que se inició a comienzos de año prácticamente al mismo tiempo que Ignacio era galardonado en Madrid Fusión con el primer premio en el concurso de la ‘Mejor Croqueta del Mundo’. El efecto se ha notado de inmediato, multiplicándose el número de cubiertos en los primeros meses del año.